Con la genial victoria de Hideki Matsuyama dejamos atrás un Masters 2021 que ha sido para enmarcar. Bueno, en realidad, para los y las que nos gusta el golf, todos los Masters acaban siendo para enmarcar, pero el primer y mejor Major del mundo nos ha dejado en esta última edición unas cuantas pinceladas para la historia.
La más importante y obvia, todos la conocemos y de la cual habla y postea el mundo entero en este lunes post Masters: primera victoria del golf masculino japonés en un Major y, nada menos, que en Augusta. A Hideki le van a hacer una estatua, y más que merecida, en el país del Sol Naciente, allí donde el golf tiene un arraigo y tradición que creo que no dimensionamos en Europa. Una vez más, el golf, como deporte, como movimiento, encuentra un hueco para expandirse por el Planeta, y eso es genial. Recordar que la semana pasada fue también una japonesa, la amateur Tsubasa Kajitani, la que se hizo con la victoria en el Augusta Women Amateur Championship. Eso mola, que en el golf se hagan cosas grandes, únicas y por primera vez y salgamos en todos los papeles y medios y copemos portadas y se nos vea. Podía haber ganado cualquiera, pero que lo hayan hecho estos dos asegura un efecto ventilador que mola mucho.
Hay detalles alrededor de Hideki que molan mucho. Hace diez años fue el mejor amateur en aparecer por Augusta, su victoria alimenta de una sola vez todos los sueños perseguidos por cualquier jugador, Zalatoris incluido, y mira que me ha gustado su debut. Cuando se suspendió el juego, se fue al coche a mirar el móvil, como hubiéramos hecho todos. Y, finalmente, sus palabras de alegría y admiración hacia su caddy, ese que saludo de honor al campo una vez que se había llevado la bandera del 18 a casa, colma todo lo que el golf japonés tenía que poner encima de la mesa este fin de semana. Gloria, todo gloria y respeto. Maravilloso.
A partir de ahí, y pese a las circunstancias, la pandemia y todo lo demás, a mi me maravilla como el Masters logra conseguir hacer crecer su mitología, su encanto, su touch, su condición de evento único e inigualable. El Masters, al igual que Ferrari, Rolex, Channel y otras tantas marcas, no es una marca, a brand, es una emoción, una pasión, algo que mueve el sentimiento, el alma, el corazón. Ellos lo saben bien y, cuidan, igual de bien, su condición de espectáculo único y original. No son el Masters por casualidad, todo es consecuencia.
Durante una semana hemos estado colgados, todos y todas, de sus posts en Instagram, de sus retransmisiones vía web, de su increíble app, de cómo tienen y manejan las condiciones del campo, de cómo proyectan el espíritu del golf entre los más jóvenes, de cómo respetan a los mayores y a los caddies, de cómo cuidan su 'marca' a lo largo y ancho del planeta. No sé, es como si fueras, fuéramos niños, si, nosotros, los y las golfistas, y nos tuviesen una semana entera enseñándonos Disney World por dentro. Quien no quiera probar el Pimiento Sandwich que levante la mano, que yo no le creeré.
Me temo que, a partir de hoy, vuelve la Invernalia de Juego de Tronos al mundo del golf, no porque los que nos quede de temporada no merezca la pena, que bien que lo hará y todavía queda mucho, pero que mucho tomate, por degustar, pero es que lo del Masters is different, es otro nivel. Es la bomba. Esperando ya al 2022.
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