Desde que empecé a maquinar toda esta locura de la
#ryderbelindo, una de las cosas que más me ha fascinado, y ejercido una
atracción como si fuese un imán, es el Medinah Country
Club… si, ese lugar, como diría mi amigo Enrique Soto
(@esoto). Como os podéis imaginar, este paraje a situado a las afueras
de Chicago lleva camino de ser mi futuro santuario golfístico, no sólo por
su majestuosidad o por lo que allí pueda vivir, si no porque ya esconde
historias que parecen como sacadas de un cuento… de golf, claro.
Medinah, algo fuera de lo común. |
Desde el punto de vista más técnico y funcional
dejaré que el colega Wantes
Golf se escriba algún día un post como bien merece este fantástico
recorrido, que ya ha acogido dos PGA's y tres US
Open en sus casi cien años de existencia. A buen seguro que las exigencias
del acontecimiento y la propia competición hacen que el Medinah Country
Club se encuentre niquelado para ser epicentro del golf mundial
durante una semana.
A mí, sin embargo, dos historias son las que me han conectado con Medinah en su línea del tiempo desde que se construyera en 1923 por parte de la
clases sociales más pudientes de Chicago. Al diseñador del campo, el prestigioso Tom
Bendelow, lo enviaron durante dos
años de rule por Oriente Medio para que pillase ideas bizantinas y arábigas
antes de levantar lo que se querían fuese la recreación de un oasis en una
parcela de Chicago. Desde luego, el bueno de Tom se lució y dejó una obra
maestra tanto en la Casa Club como en el diseño de sus tres recorridos.
Los orígenes del Medinah Country Club. |
La otra historia que tiene nombre y apellidos respecto a
Medinah es el testimonio de un socio, David Steele, que me he ido
encontrando repetitivamente en las búsquedas y lecturas que llevo haciendo de un
tiempo a esta parte sobre la sede de esta 39ª edición de la
Ryder. En una entrevista
este señor describe así los sentimientos que le despierta ser socio de ese
campo: ''It's pretty special,'' agreed David Steele, a Medinah
member since 1979. ''Every time I play golf, I sit on the bench and look at the
clubhouse. You sit there and think, 'We're pretty lucky to be
here.'''
Probablemente es algo que podemos decir todos aquellos
que llevamos con orgullo nuestro campo por encima de gerentes, presidentes y
otros cargos pasajeros en la gestión de una sociedad tan peculiar como
es un club de golf. Pero sobra decir que ya he puesto en marcha todas las
maquinarias a mi alcance para conocer a mi tocayo y hacer, juntos, lo mismo que
él en Medinah el lunes o martes después del follón. Sería
wonderful.
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